Benacazón al Rocio "Asi se siente el camino"

El miércoles anterior a la fiesta de Pentecostés, al amanecer, Benacazón se despierta a los sones del tamboril y estruendos de cohetes que no cesaron de sonar durante los Triduos previos a la Romería del Rocío.

A las siete y media de la mañana se inicia la celebración de la Misa de Romeros en la Iglesia Parroquial, este primer acto religioso es motor espiritual que pone en marcha el peregrinaje y el punto de partida con que se manifiesta el deseo contenido durante todo un año para llegar a los pies de la Blanca Paloma.

La Comitiva de caballos se impacienta anta la Casa de Hermandad, y la gente fervorosa del Rocío Benacazonero, aguarda el momento sublime de ver salir su Carreta del Simpecado hacia la Aldea Almonteña.

Ante el Simpecado expuesto en su trono, Carreta Blanca de seis columnas de madera en la que destaca su singularidad y belleza, se organiza la comitiva. Entre los aplausos y vivas la Virgen del Rocío, caballistas, carretas, romeros y el acompañamiento general de todo el pueblo desfilan por las principales calles de Benacazón.

Poco a poco la Hermandad de su pueblo, es la hora del "adiós" de Benacazón a su romeros. atrás se queda su gente, que por cualquier motivo no han podido hacer el camino.

Llega la primera "pará" los grupos se distribuyen para tomar un pequeño descanso con el alivio refrescante de unas copas de manzanilla. Los romeros se colocan en coros para entonar unos cantes que serán acompañados con palmas y baile, el tamboril rociero seguirá el compás y las mujeres Benacazoneras que inician los primeros pasos de las sevillanas.

La Hermandad prosigue su marcha buscando por los caminos rocieros el Vado del Quema, lugar emotivo por todos los romeros y esperado por lo que son bautizados cuando hacen su primer camino.

Ya en pleno Coto de Doñana, la Hermandad cruza el cortafuego natural de la Raya Real, bonita estampa la de los pinos escoltando a esa Carreta que se luce por su blancura y sus flores, rodeada por su gente que le reza y le canta tras una "pará", para que en convivencia se comparta sobre una mesa copas y tapas para pronto seguir buscando el Palacio del Rey. La silueta del Palacio aparece grandiosa, recortada en el horizonte azulado sobre un fondo de verde primavera de pinos y malezas, refugio de los animales del Coto.

El Palacio, dolido de silencio durante todo un año, anhela la noche de primavera en que cobija a los romeros Benacazoneros. La Hermandad de Benacazón vuelve cada Rocío para envolver al Palacio con su alegría y devota promesa de peregrinación, durante la breve estancia la segunda noche rociera.

Llegan a palacio, y el cohete, con su estruendo, que se repite por el solitario coto con un eco prolongado, avisa que a los romeros que el camino del segundo día a terminado.

El atardecer dentro del coto es una pintura sombreada de los viejos árboles que la convertirán muy pronto en noche. Ya en las lindes, la noche arremolina en sus pajareras a las aves. El bullicio que trae la Hermandad de Benacazón aturde a los animales salvajes de los cotos que habían empezado a dormir en sus escondrijos. El conjunto de la Hermandad de Benacazonera se va disolviendo para preparar el improvisado campamento nocturno. La Carreta del Simpecado se coloca en lugar bien visible. Será contemplada por muchos peregrinos... y, en solitario, allí le rezaran y cada uno ofrecerá su oración a Ella, confiándole sus promesas y pidiendo su protección y ayuda, antes de retirarse al descanso. Y así entre coplas y rezos pasarán toda la noche.

Cuando la madrugá se retira y las primeras luces de la aurora se reflejan en los cristales de las ventanas del Palacio, el cohete, el tamboril y la flauta anuncian el final de esa noche rociera.

Llega el día más anhelado por todos los rocieros, ese día cruzarán el puente del Ajolí, que es puerta de la Aldea Almonteña, el Ajolí es para el Peregrino el primer deseo satisfecho antes de ver la Cara divina de la Virgen del Rocío que impaciente espera.

Es lenta la llegada hasta las puertas del Rocío, La Hermandad de Benacazón camina con su fe y devoción, con señorío, esta Hermandad se hace sentir en el Rocío, y sobre el mediodía se adentra en la Aldea Almonteña.

Los romeros van hacia la Casa Hermandad para dejar instalados sus enseres. Y poco después se dirigen juntos a la ermita para hacer su primera visita a la Reina de las Marismas y agradecerle la feliz llegada del camino rociero.

La presentación de la Hermandad del Rocío de Benacazón ante las plantas de Blanca Paloma la realiza el sábado anterior a Pentecostés, en el sitio y orden que corresponde por su antigüedad, como esta establecido, detrás de Carrión de los Céspedes: en decimotercer lugar.

Cada Benacazonero le dice a la Virgen una oración y un piropo que rota de sus labios y entre todos hacen llegar a la Blanca Paloma su deseo de cobijarse bajo su manto protector.





José Luis Velázquez Díaz
¡Viva la Virgen del Rocío!

¡Viva la Hermandad de Benacazón!

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